En un día de visita al parque, nos acercamos a unos columpios, uno era una tabla y otro tenía un asiento con refuerzos donde colocan a los bebés. Luna me dijo: » ¡ Sube a Violeta, y yo la columpio!» Me quede pensando durante unos segundos, » nosotros nunca te hemos columpiado»le dije, y le expliqué nuestras razones.
Esto me hizo pensar…
Nosotros nunca hemos columpiado a Luna. Pensamos que el columpiarse al igual que sentarse por si misma, gatear, caminar, ir en bicicleta… forman parte de su proceso. Y como tal, cada proceso de cada niño lleva su ritmo, cada uno tiene su tiempo para alcanzar los diferentes hitos del desarrollo dentro de la normalidad.
Cada vez estamos más a la escucha de esta parte en nuestros hijos.
Desde el desconocimiento, hemos ido actuando, pensando que era lo mejor para ellos, y hemos sentando a los bebés cuando no estaban preparados, les hemos andado… Cada vez es más frecuente que los padres y profesionales de la educación tengan en cuenta los trabajos de Emmi Pikler, en los que recalcaba que“ ayudar” a los niños cuando ellos no están listos para realizar ciertos movimientos por sí mismos es perjudicial. Pikler estaba convencida de que el desarrollo motor es espontáneo; y aseguraba que, si se les proporcionan ciertas condiciones, los niños alcanzan por sí mismos un desarrollo motor adecuado. Pues bien, nosotros aplicamos esto en el día a día, en casa, en la naturaleza, en el parque…
Si nos sentamos en un parque y nos ponemos a observar en silencio, nos daremos cuenta de las constantes intervenciones que tenemos los adultos con los niños, en un espacio que se supone que está preparado para ellos.
Así que es frecuente observar, como suben a los niños en los toboganes, hay veces que hasta se les agarra de las manos y del cuerpo para descender por él. También colocan a bebes en los columpios, antes de sentarse por si mismos. Incluso si nos ponemos a escuchar con atención los comentarios que los adultos hacemos a los niños, no es raro escuchar indicaciones de como tienen que bajar, subir o que es lo que son capaces de hacer o no, sin ni siquiera haberlo intentado por si mismos.
Cuando nosotros íbamos al parque, Luna veía a los niños en los columpios, y ella quería subir. Pero a nivel motor todavía no estaba preparada, no sabía como organizar su cuerpo para poder subir al columpio. Ella se colocaba al lado, y pedía que la subiéramos, pues a sus amigos sus padres si que lo hacían. Nosotros le explicábamos que cuando su cuerpo estuviera preparado para utilizarlo, sabría como hacer para subir. «Si quieres lo puedes intentar, yo te acompaño, estoy a tu lado»
La gente nos miraba extrañados, y más de una vez, hemos tenido que explicar el porqué.
Luna intentantaba subirse, pero necesitó un tiempo para hacerlo ella sola. Se frustraba, gritaba, lloraba… nosotros la acompañábamos, en ocasiones se enfadaba con nosotros, normal. Pero esa frustración generaba movimiento en ella, y después de desahogar a través del llanto, lo intentaba una y otra vez. Hasta que un día, subió. Para mí fue muy emocionante ver la expresión de su cara al hacerlo,» ¡He subido, he subido yo sola!!!» decía emocionada, su mirada, su respiración, su gesto… todo su ser estaba conectado con la emoción que estaba teniendo en ese momento, alegría.
Bien… una vez arriba, ¿Y ahora que? «¡Columpiamé!» Comenzábamos otro proceso, había subido arriba, pero no sabía como columpiarse. Pasó un tiempo en el que se subía y permanecía quieta, y observaba al niño de al lado como le columpiaban o si lo hacía solo, como lo hacía. Algún abuelo/a que había por ahí, le explicaba que tenía que mover la piernas arriba y abajo, ella lo probó, pero como no tenía interiorizado el movimiento de balanceo del cuerpo, no le funcionaba y volvía a desahogar su frustración a través del llanto.
Finalmente un día comenzó a mover su tronco y consiguió balancearse. Poco a poco sincronizó el movimiento de su tronco con el de sus piernas, consiguiendo con menos de tres años columpiarse sola.
Esto suscitó otros dilemas de los papas y mamas que nos encontrábamos en los parques, una vez vivenciamos una situación muy potente con una niña de 5 años que estaba en el columpio de al lado, su padre le estaba balanceando, miró a Luna y le verbalizó a su hija » ¡Ves! , una niña mucho más pequeña que tú y se columpia sola». No le habían dado la oportunidad de hacerlo por si misma, ni el acompañamiento necesario y la estaban culpabilizando de no columpiarse sola. A mí personalmente estas situaciones me tocan mucho…
Columpiarse es importante en el desarrollo de los niños, mientras se balancean se está estimulando el sistema vestibular. Este se encarga del equilibrio y el control espacial. La estimulación del sistema vestibular lanza mensajes directamente al cerebelo, y este se encarga de organizar el movimiento y de integrar lo que se recibe a través de los órganos sensoriales, entre otras muchas cosas.
Se trabajan tantos aspectos durante el balanceo que los columpios se están convirtiendo en una parte muy importante en las terapias de estimulación sensorial, teniendo numerosos beneficios en personas con diferentes dificultades, como son las personas afectadas por una parálisis cerebral.
Durante el balanceo se trabajan las sensaciones, la percepción y lo sensorial, que son capacidades básicas del ser humano. Así mejora la asimilación de la información sensorial, optimizando la relación de las personas con el entorno y sus aprendizajes.
También se trabaja la coordinación del tronco con la flexión y extensión de las las piernas y las manos. Es una actividad estupenda para trabajar la motricidad fina y gruesa.
Cierto es que estos espacios que se suponen que están preparados para los niños, a mi forma de ver no lo están. Los columpios por ejemplo. Hay muchos que son anti-niños, no son altos , son altísimos!! ¿ como se va a subir un niño sólo a un columpio de esa altura? ¿ si están preparados para niños, porqué no se se pueden subir solos? Cuando nos encontrábamos con este dilema, yo me agachaba frente al columpio para que ella sola se subiera haciendo pie sobre mis piernas, o bien colocaba alguna piedra o tronco de alrededor para que pudiera subirse apoyándose en ella, una vez que ella estaba sentada en el columpio, yo me retiraba o quitaba la piedra.
Lo ideal son los columpios que tienen regulador de altura, de esta forma ellos pueden subir solos, y tienen un apoyo para darse el primer impulso para columpiarse.
Columpiarse es muy divertido, o por lo menos yo así lo recuerdo. A mi me encantaba columpiarme, ahora no se porque pero me mareo, debe de ser que la vida adulta hace que perdamos estos placeres tan puros, y el no hacerlo con frecuencia hace que tengamos el cerebro oxidado…Es verdad que los adultos nos interponemos en estas decisiones, de alguna manera presionamos para que a ellos realicen cosas que según nuestra forma de ver, debería saber, porque tienen 3, 6 o 8 años.
Para nosotros es importante respetar su proceso, tal y como lo hicimos con el tema que nos acontece, el columpiarse, lo estamos haciendo con la bicicleta, Luna no tiene curiosidad por ir en bici con pedales, esta muy contenta con su bicicleta sin pedales, y así nos lo dice. Tiene 5 años, sus amigas ya utilizan la bici. Ella motrizmente está preparada, pero emocionalmente todavía no, no se siente segura para hacerlo, y para que ella se sienta preparada en todo su ser ,tiene que saber organizar su cuerpo para pedalear y mantener el equilibrio, tiene que sentirse segura y lo más importante tiene que desearlo.
El disfrute, la motivación es lo que mueve el deseo de los niños, por eso es tan importante en el aprendizaje que esto esté presente, si no hay motivación, no hay deseo, y por lo tanto no se produce el aprendizaje. Así pues si el niño no quiere ir en bicicleta, no aprenderá hasta que sea un deseo propio.
Si dejamos que ellos solos vayan alcanzando sus propias metas, estamos favoreciendo su autoestima.
Son ellos quienes desean algo, piensan como realizarlo, colocan su cuerpo para poder hacerlo y finalmente lo ejecutan. Ellos solos. Esto les llena, esto nos llena. Hace que crean en ellos mismos, en sus capacidades y que conozcan sus límites.
Porque si nunca han explorado por si solos una estructura como las que hay en los parques por ejemplo, que tienen una barra para bajar, o que están a cierta altura. No verán el peligro que puede ser el correr cerca del borde o lanzarse al tubo sin abrazarlo, porque nunca lo han explorado sin que un adulto les diga como colocarse o prohibiéndoles acercarse.
Os propongo que la próxima vez que vayais a un parque, dejeis a vuestros hijos explorar con libertad. Colocaros cerca, pero no intervengas, si no es estrictamente necesario por su seguridad.
Observar, escuchar su cuerpo, y mirarle, sobretodo mirarle. Si os pide ayuda podáis proponerle » mira a ver, como puedes colocar tu cuerpo para subir al tobogán...» veréis como su cuerpo comienza a despertarse, como sus movimientos se conectan para conseguir su objetivo, y como una vez conseguido os buscan con la mirada y mientras sonríe dice «¡¡¡¡ mira mamá!!!!»
«Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo.»
Maria Montessori
Ana Remacha VeoBio/lo natural es jugar
Terapeuta Ocupacional. Psicomotricista educativa, reeducativa y terapeútica.
Olé! Totalmente de acuerdo en todo lo que explicas, y muy bien explicado, Me Ha encantado
Me alegro de que te guste,mi objetivo es el de compartir mi experiencia y reflexionar sobre la infancia.Un saludo y gracias.
Pero que crueldad! La anti crianza conectiva. Los columpios no son solo para columpiarse, también son para que te columpien. Cuando un niño/bebé es columpiado sube al cielo, y cuando baja de encuentra la mirada de su figura de apego, es un momento emocionante de complicidad. Se interactua, se bromea, se jalea, adquiere vocabulario, seguridad y diversión a raudales. Vamos, que no puedo estar más en desacuerdo!
Hola! Interesantísimo el artículo, me ha gustado mucho. Tengo una sobrina de algo menos de 3 años y con mi pareja esperamos ser padres prontito, además soy maestro de educación primaria y desde hace unos años me mueve el mundo de la que yo llamo «verdadera» educación, todo el tema del acompañamiento, autonomía y los autores relacionados, y he de decir que me encanta el blog!
Leyendo el artículo me ha surgido una duda. Cuentas que Luna lloraba, etc, y me he preguntado si era contraproducente dejar que lo pasara tan mal, aunque he entendido que sí. Mi verdadera duda ha surgido en el momento de la consecución del objetivo, en este caso subirse al columpio, o cuando logró ser capaz de columpiarse. Dada vuestra experiencia, ¿crees que se puede llegar a dar el caso de que el niño desarrolle cierta «aversión» o sentimiento de soledad hacia sus padres?¿Puede llegar a pensar o a sentir (mucho más importante) algo como «sí, lo he conseguido, pero tú jamás me ayudaste, tuve que hacerlo solo, y ahora no quiero compartir esta felicidad contigo ya que no formaste parte»?
Una vez que lo he escrito parece un sentimiento muy radical, pero la mente de los niños es muy profunda y la verdad es que me ha dado miedo la posibilidad de que ese sentimiento pueda arraigar.
Gracias por poner vuestra experiencia para informar e inspirarnos al resto!! Un saludo!
Muchas gracias Modesto por el comentario siempre nos hacen reflexionar.Para nosotros el acompañamiento es fundamental, podemos acompañarles para que ellos busquen herramientas por si mismos y pasarlo muy bien igualmente,para que un niño pueda moverse en libertad necesita un adulto que se lo permita, que esté presente, con una mirada respetuosa y limpia, que no se anticipe a sus movimientos, que acepte el que hay, que no compare y juzgue, que espere. Un adulto que ponga en palabras las acciones del niño, un adulto que permita su autonomía con respeto, amor, mucha paciencia y confianza en sus procesos.Cuando ocurre esto no puede existir la aversión o soledad todo claro en condiciones normales.Muchas veces se tiende a etiquetar los comentarios de radicales o extremistas para nosotros son pensamientos, y no utilizamos las etiquetas o los juicios para nombrarlos.Un saludo y nuevamente gracias.
Hola! Interesantísimo el artículo, me ha gustado mucho.
Pues yo creo que ni tanto ni tan calvo… y menos en parques que están pensados vete tu a saber cómo. En el que más me gustaba de cuando vivía en España, la zona de juegos – casita para los niños pequeños y el tobogán pensado para «bebés» tenían escaleras casi verticales de hierro de peldaños, y además con una separación entre ellos como un poco exagerada… pues yo ahí a mi hijo al principio si le subía. Eso sí, luego le encantaba irse a una casita tobogán que era en plan para niños algo mas mayores, pero que está si que tenía una escalera en condiciones, de peldaños de madera y pasamanos! y que para el era mucho más sencilla, ahí si podía subir sólo, no habremos pasado rato allí subiendo y bajando, y los niños grandes mosqueados por tener que esperar, pero a mi fun, que hubieran pensando mejor el parque. Si acaso le explicaba a mi hijo que se apartase un poco para dejar paso y lo aprendió rápido. Estoy de acuerdo en lo de no forzar posturas y dejar que vayan a su ritmo, pero lo de no ayudar nada de nada, yo es que no lo veo. La de quebraderos de cabeza y preocupaciones que me quité gracias a enseñar a mi hijo bien pronto a bajar de culo de la cama o del sofá y que así no se fuera de cabeza! Como todo, creo que hay que saber buscar la medida justa a las cosas y ni pasarnos ni quedarnos cortos… yo he oído que gente siguiendo al pie de la letra lo de no dar ayuda innecesaria (como siempre, subjetivo total cuando es o no necesaria) ni toca apenas a sus hijos, ni les coge, ni les da juguetes, ni juega con ellos ni los estimula de ninguna manera… por una parte yo creo que eso tampoco es, algo de estimulación habrá que darle al niño, no dejarle siempre a su rollo y sólo mirarlo… que aburrido para el niño, y yo al menos no tengo un bebé para eso, sino para jugar con el y hacerle monerías 🙂 Es que es eso, si nos ponemos puristas, portear o coger en brazos tampoco es bueno… y como le coges en brazos o porteas sin semi sentarle nunca?? Que haces entonces con el bebé antes que se sepa sentar por si solo sino?? Bueno, que me lío un poco, que la idea en general me parece estupenda e intento seguirla, pero aplico mi punto de vista sobre qué ayuda es necesaria y mi sentido común. Igual que a mi madre le hacía ilusión darle un puré al niño o el yogurt a la otra abuela, pues para lo poco que la veo algún dia le dejé, aunque hagamos BLW y el se apañe sólo. Que son bebés dos días y hay que disfrutar!
Mi caso es justo lo contrario, mi hija cuando vamos al parque no se interesa x subirse en ningún columpio, bueno si, en.la cesta si,pero si no puede subirse, no lo intenta, desiste en cuanto ve que no puede. En el tobogán igual, le da miedo y si no le animarnos A subir o si no le subimos nosotros, ella no lo hace. Que se hace en este caso? Nosotro la animamos,la llevamos a un.montón de parques, le damos mil posibilidades,pero ella observa, lo intenta y desiste.
¡Cuánta razón! Yo ya lo pensé, me decía que si siempre los culumpiaba nunca sabrían hacerlo solos. Gracias por aclararmelo 🙂
¡Hola!
Muchas gracias por tu artículo. Me hace reflexionar…
Nosotros no hemos ayudado a nuestros hijos a andar, ni a sentarse, ni a montar en bicicleta, ni a nadar. Han aprendido «solos», es decir, sin manos nuestras, o rueditas… Pongo el «solos» entre comillas porque ellos siguen el ejemplo de los mayores, por lo que siendo puristas en la expresión, solos, auténticamente solos en el aprendizaje, no están.
Ahora con el ejemplo del columpio, sin embargo, me siento algo incómoda, porque no columpiar a un niño que lo pide se me hace incluso violento. Quizá porque es algo tan automático, empujarles en el columpio… O quizá porque reamente no estoy tan convencida de que sea perjudicial para ellos hacerlo. Creo que un ejemplo paralelo puede ser el uso de flotadores. A mis hijos no se los he ofrecido, pero si me los han pedido, insistido en que los querían, se los he dado, porque lo contrario me parecía muy forzado.
Sí, me das que pensar.
Gracias y un saludo!
Isabel
Tot i que hi estic bastant d’acord, no sé si cal exagerar tant… Perque a dos anys tampoc estan motriument preparats per fer el dinar i bé que els hi fem nosaltres… Que en aquest cas seria el mateix que empenyer-los… No sé, si que és veritat que fer-los fer coses que no els toquen, com posarlos drets i fer-los caminar quan no estan preparats el cos se’n pot ressentir, pero gronxar-los? Realment els pot fer algo malament? Sincerament, els extrems per mi no son bons i el sentit comú Ens hauria d’ajudar a decidir!
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